viernes, septiembre 27, 2013

APRENDIENDO A AMARTE Capítulo 3.


-.. Pero Rony, que no me dejas respirar!!- exclamó Consuelo alejándose de su amigo.
-Disculpa por favor, es que tenerte asi tan cerca me emocionó un poco.. jejeje
-Ok, te dejo con tu emoción. Adios- Dijo molesta.
-Oye pero espera!!!- le gritó Rony, mientras veía que Consuelo se distanciaba dando grandes pasos.

Mientras tanto, en Santiago, Max se enteraba que su abuelo más querido estaba gravemente enfermo, situación que le produjo tanta tristeza que descuidó su trabajo por estar junto a él hasta que fue despedido y las deudas y las obligaciones comenzaron a devorarlo.

Él no quería despegarse del lado de su abuelo. Ese pequeño anciano fue quien prácticamente lo había criado ya que sus padres trabajaban hasta tarde. Todos los veranos se iba a pasarlos a la parcela que él tenía cerca del mar. Max recordaba pasarse horas encaramado arriba de los árboles, escapando del tata porque había hecho alguna travesura.

Todos le decían que debía estar preparado, pero él no tenía consuelo.

Una tarde en que estaban reunidos en casa del abuelo comenzaron a discutir acerca de la precaria situación en la que se encontraba Max, a la que, a pesar de todo, Emma parecía no darle ninguna importancia y seguía llevando la vida que sentía ella merecer.

-Emma por favor, dinos ¿qué pasa?-preguntó la madre de Max- Su situación no es de las mejores. La enfermera que ve a Maxito me comentó que hace meses que no le pagan. Los va a dejar.
-No se preocupe suegra si pronto todo estará bien.
-Pero Emma, debes pensar en tu hijo, en tu marido. La vida que estás llevando. Además ahora más que nunca Max te necesita.
-Mire señora Laura, hasta ahora nunca le he permitido que se inmiscuya en nuestros asuntos y no será esta la ocasión de...
-¿Qué sucede?, ¿por qué los gritos?- interrumpió Max, quien venía de la habitación de su abuelo con los ojos hinchados de dolor.
-Nada hijo, no te preocupes- dijo Laura bajando la voz y acercándose hacia él para abrazarlo.
-No diga que nada suegra, si todos aquí son testigo de que me estaba molestando.
-Pero Emma!..- Exclamaron todos y se miraron extrañados.
-Miren, a estas alturas ya todos deben estar enterados asi que no haré nada más que sacarlos de su ignorancia. -dijo Emma, levantándose de su asiento y dirigiéndose hacia toda la concurrencia.
-Si todos están tan preocupados por la situación económica que tenemos Max y yo sepan de una vez que el querido abuelo será quien vendrá en nuestra ayuda cuando nos deje.

Todos quedaron mudos en aquella habitación. Max sintió frio en su cuerpo y sus piernas le fallaron.

-¡¡De qué hablas mujer!!- exclamó Max
-Pero amorcito si tu sabes que tu abuelo te dejará una grandísima fortuna a su muerte. ¿No es por eso que decidiste abandonar tu trabajo y dejarlo todo por venir a acompañarlo?.
-¡¡De qué estás hablando!!
-Ehhh....- Emma se sintió atrapada y decidió no decir nada más. En su ayuda salió uno de los primos de Max, Gustavo, quien era abogado y estaba al tanto de lo que decía Emma.

-Max, espera, no te molestes. Ven conmigo, tenemos que hablar.
-No tengo nada que ocultar a mi familia. Qué está pasando aquí, ¡¡que alguien me diga por favor!!!
-Max, nuestro abuelo efectivamente hizo un testamento hace algunos años atrás dejándote todos sus bienes a ti.
-¿Qué bienes?. ¡De qué me hablas!. ¡'yo no quiero sus bienes!!. ¡Quiero a mi abuelo conmigo!

Max rompió a llorar como un niño pequeño y corrió a la habitación donde yacía don Augusto a pocos minutos de abandonar esta vida.

-Abuelo, no te vayas por favor, no me dejes solo.- Max se arrodilló a un costado de la cama y llorando aun tomó la mano de Augusto.
-Hijo mio, te amo, solo quiero que seas muy feliz.
-Abuelo quédate conmigo. Nada más me hará feliz
-Ya eres un hombre grande por favor no hagas esto.
-Abuelo por favor.
-Sólo te pido una cosa para irme en paz.
-Dime por favor, lo que sea.
-Vigila a tu esposa. Ella no te ama y tampoco a tu hijo.
-¡Pero abuelo!
-Eso no más te digo yo. Ya me voy. Dile a todos que los amo y que traten de perdonarme.
-No, por favor, no!

Max estaba inconsolable, sólo la presencia de su hijo lograba dibujar una breve sonrisa en su boca.

Desde el día de la muerte de don Augusto, Max no volvió a dirigirle la palabra a Emma, pero al parecer a ella no le importaba ya que continuó con sus salidas sospechosas y su estilo de vida liberal.

Unas pocas semanas transcurrieron cuando llegó el día en que sería leído el testamento del abuelo.

Todos llegaron puntuales a la casa de campo. Era un día esplendoroso. El calor de aquella mañana lograba un poco entibiar el frio que sentía en su cuerpo Max desde hacía ya algún tiempo.

La familia era más bien pequeña, por lo que la repartición de los bienes no duró mucho. Algunas propiedades las dejó a una hermana soltera que aun vivía y que el viejo Augusto sabía que a su vez, cuando ella muriera, las dejaría en manos también de Max.

Algunas joyas y muebles y cosas por el estilo las dejó a las nietas que eran solo 2.

Cuando llegó el turno de Max el notario le dejó bien claro que la clausula que se ponía para que él tuviera acceso al resto de la herencia era que nada, absolutamente nada de lo heredado podrá ser jamás tocado por su esposa. La herencia era sólo de Max, ni siquiera de su hijo.

Cuando Emma y Gustavo escucharon esto, casi se cayeron de la silla que sostenía sus cuerpos.

-¡¡No pueden hacernos esto!!- exclamó Emma, sin darse cuenta que lo había dicho en voz alta.

Todos se voltearon a verla y ella calló avergonzada.

-Pero señor Notario, legalmente no se puede poner una cláusula de ese tipo en un testamento. - reclamó Gustavo enfurecido.
-Si se puede señor, sobre todo cuando existen motivos fundados para creer que esta señora y usted están coludidos para robarle la fortuna a este muchacho.
-Qué dice?!- Exclamó Gustavo impresionado.
-Por favor escuchemos esta carta que escribió don Augusto a pocas semanas de su muerte.

Todos se acomodaron para escuchar atentamente.

-Estimada familia:

Estando en pleno uso de mis capacidades mentales vengo a confiarles lo siguiente:

Hace algunos años atrás me enteré que la esposa de mi amado nieto Max tenía amores con mi nieto menos querido Gustavo y que a la vez planearon deshacerse primero de mi y luego de él para quedarse con mi fortuna.

Como estoy rodeado de gente muy buena, esta información alcanzó a llegar a mis oídos a tiempo y pude tomar cartas en el asunto por lo que a estas alturas la policía ya está enterada de que mi muerte se debió a un envenenamiento maquiavelicamente tramado por estos dos sinvergüenzas.

Lamentablemente cuando me enteré ya era tarde para mi y no había nada más que hacer. Pero para mi amado nieto aun quedan esperanzas.

Me imagino que a estas alturas ese par de asesinos está siendo arrestado por la policía y tanto Max como su hermoso hijo estarán a salvo de esas ratas de alcantarilla.

Les pido disculpas a todos por no haberles dicho todo esto antes. Me urgía que todo terminara bien y haciéndose justicia.

Les amo

Augusto.

Efectivamente, antes que el notario acabara de terminar de leer la carta la policía entraba en la casa y tomaba detenidos a Emma y Gustavo acusados de asesinato.

Max ya no daba más de pena. Cerró sus ojos y cayó al suelo desvanecido de dolor. Un único pensamiento vino a su cabeza antes de perder la conciencia por completo... -Consuelo-.. dijo bajito y ya no despertó.

En la gran mansión Consuelo al fin había logrado zafarse de Rony. Se escondió en la oscuridad de un hermoso balcón que daba al lago en donde se podía ver reflejada la luz de la luna. La noche estaba tibia. Una breve corriente se coló por su espalda. La brisa revolvía sus cabellos y su vestido se pegaba a su cuerpo, acariciándola toda. De a poco y tímidamente acercándose a la baranda dejó que la luz dibujara su silueta en las sombras, permitiendo que Alejandro disfrutara de aquella hermosa visión.

-Estás muy hermosa esta noche, lo sabías?- dijo al fin Alejandro
-Por favor!, me asustaste. Me estoy escondiendo de Rony.. Shhhh- Puso su dedo en la boca y sonrió coqueta.
-Si, no te preocupes. Yo menos que nadie quiere que te descubra. - le sonrió .
-Está hermosa la noche- continuó diciendo él.
-Ohhh!. ¿No que era yo la hermosa?. jajajaja- Se burló Consuelo
-Ahhh. Pensé que no me habías oido.
-Si te oí pero me hice la loca.
-Siempre te haces la loca cuando te dicen cosas bonitas?
-No..
-Ahhh. Porque recuerdo la vez que te grité que te amaba y tu ni te volteaste a verme.
-¿Me lo dijiste a mi?- Exclamó toda sorprendida ella
-Y a quien más?!. Tu ibas pasando por la calle en ese momento o no?
-Si, pero iba con una amiga
-Ella no se llamaba igual que tu
-Yo pensé que estab...
-¿¿Que estaba borracho y drogado??.. Si lo estaba.
-....
-Pero sabía lo que estaba haciendo. Te he amado toda la vida ¿sabes?. -Dijo al fin Alejandro, acercándose lentamente a Consuelo y penetrándola con la mirada.
-Ehhh... No se que decir Alejandro. Me tomas por sorpresa.- le sonrió Consuelo.
-Yo también estoy sorprendido de mi accionar. Nunca creí que me atrevería a declararte mis sentimientos más íntimos, profundos y verdaderos. Te amo Consuelo, siempre te he amado y creo que ya no logré sacarte de mis pensamientos más apasionados.- Dijo, tomándola de las manos sin quitarle la mirada de los ojos.
-Alejandro. Agradezco tus lindos sentimientos. De verdad pero realmente estoy sorprendida y no se qué decirte. Hace tantos años que no se de ti. La verdad casi no te conozco. Se una parte de tu vida y de boca de otros. ¿Como puedo amar a alguien que no conozco?.
-Tu corazón y tu alma saben quien soy. Tu misma declaraste hace un rato que te ponía nerviosa mi presencia.
-Pero eso no significa nada!!. Te tenía miedo tal vez.
-Miedo?.- Alejandro se alejó de ella horrorizado
-Si, miedo. Las cosas que decían; que eras alcohólico, que te drogabas, que no terminaste la escuela, que eras pandillero, que...
-Ya no sigas por favor. Todo eso fue mi verdad. No lo niego. Pero me convertí en eso por tu causa.!!
-Por mi causa! Si nunca me hablaste!
-Nunca me dejaste acercarme ni un poquito a ti. Yo sólo quería estar cerca tuyo y tu ni me mirabas.
-No me culpes a mi de tus debilidades. Dijo Consuelo, en tono grave y a punto de marcharse del lugar.
-Por favor, perdóname. Si está bien, no fue tu culpa. Fueron mis circunstancias. Pero ya todo cambió. Soy otro. Hace mucho que ya no bebo ni me drogo. Ahora soy parte del cuerpo diplomático y vivo honestamente. -Sonrió, acercándose nuevamente a ella para escudriñar en sus ojos si aun le seguía escuchando y poniendo atención a sus palabras. Sobre todo a la gran declaración de amor que acababa de hacerle.

Consuelo se volteó para mirarlo nuevamente. Tenía sus ojos llenos de lágrimas. Recordó a Max y pensó en como le gustaría estar en la misma situación pero junto a él. Habría corrido a entregarse en sus brazos y le habría besado como una loca. Lo habría aprisionado entre sus brazos hasta fundirse ambos en el calor de sus cuerpos.

Pero ahi estaba. De pie junto a un hombre casi desconocido para ella pero, paradójicamente, se trataba de alguien a quien conocía de toda la vida y que efectivamente sabía que estaba enamorado de ella desde siempre, lo que no sabía era por qué él la hacía sentirse muy, muy vulnerable.

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Escrito 09/10/2010

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