lunes, octubre 14, 2013

APRENDIENDO A AMARTE Capítulo 6.


Cuando Rosario colgó el teléfono después de hablar con Consuelo, éste comenzó a sonar casi de inmediato. Al mirar en la pantalla para ver de quien podría tratarse se quedó helada. Era Mike.

-Hola - dijo ella poniendo su mejor voz sensual
-Rosario, ¿cómo has estado guapa?- preguntó seductor él
-Que tal Mike. Todo bien y tú ¿que tal?
-Bien, bien. Gracias

Luego, un breve silencio. Ninguno de los dos se atrevía a hablar hasta que Rosario se decidió al fin.

-Fíjate que hace poco hablé con la Consu y parece que se tardará en llegar.

-O sea que¿ te quedarás solita?- preguntó Mike
-Sola, sola no.. Tengo mi gato Kirk que me acompaña siempre mientras estudio o veo la tele.
-¿Y tu crees que Kirk se moleste si te paso a ver un ratito?

Rosario abrió tremendos ojos y se emocionó toda y tratando de mantener la calma le contestó suavemente:

-¿Kirk enojado?. No creo... El no es celoso. Además, parece que no le gustan las niñas. Jejeje. - dijo ella bajito al teléfono y coqueta.
-¡Jajaja! Pero como no le van a gustar las niñas. No me digas que es un gato gay jajajaj. - Reía sonoramente Mike al otro lado de la línea mientras conducía su carro hasta el apartamento de las chicas.
-La verdad, no lo sabemos. No le conocemos novia y lleva con nosotras muchísimo tiempo. Se lo pasa ahí echadito mirándonos cuando nos cambiamos de ropa el muy fresco.
-Jajaja Rosario, que me haces reir. Ya estoy llegando a tu puerta  ¿me abres?
-De acuerdo. Chau.

Rosario corrió a mirarse al espejo por última vez. Se arregló los cabellos y humedecio sus dedos para intentar borrar la ojeras con las que había despertado aquel día. Luego, el timbre...ya no podía hacer más con su figura.

-Es lo que hay - se dijo, y apretó el botón de la puerta para dejar entrar a Mike.

-Mmm. ¡Pero que bien huele aquí! - exclamó el embajador
-¿Tu crees?. Es mi almuerzo. Cociné una simple sopa de cebollas, ¿te apetece probar?
-¡Pero por supuesto!. Huele de maravillas. ¿Y donde está el famoso Kirk eh?
-Por ahí debe andar. Echado en el sofá se lo pasa.
-¿No tendrá alguna pena de amor? - preguntó Mike, buscando al gato con la mirada.
-¿Por qué lo dices?. ¿Es que tu has tenido alguna pena de amor que te haya tirado al sofá todo así desganado? - preguntó con los ojos llenos de malicia, mirándolo directamente y sonriendo, mientras tomaba a Kirk entre sus brazos para besarlo y luego dejarlo libre nuevamente.

El gato subió hasta un borde del sofá y desde ahí observaba a los dos como se miraban y no se decían nada. Sus cuerpos estaban demasiado cerca cuando Mike decidió responder a la pregunta

-El amor nos vuelve débiles, querida Rosario. Es una de las más temidas de las enfermedades porque no tiene cura.
-No lo sé. Yo nunca me he enamorado así como para decir eso.
-No lo hagas pequeña. Nunca te enamores. Sólo permite que la pasión llene tu espíritu. Esa no daña y es muy placentera. - Terminó diciendo él, mientras aproximaba su rostro al de ella aun más, mirándola seriamente.
-¡Qué divertido! Cuando lo único que quiero es enamorarme - Dijo Rosario, riendo y alejándose de él con la intención de ir hasta la cocina para servirle esa ansiada sopa que le había ofrecido.

Al sentarse a la mesa Mike saboreaba gustoso la comida preparada por Rosario y se deleitaba con su aroma.

-Rosario déjame felicitarte. Nunca antes había probado algo tan delicioso
-Hey pero si es una simple sopita de cebollas - dijo encojiendose de hombros y sonriendo avergonzada.
-La mejor sopa de cebolla my dear. The best - Dijo alzando un poco la voz y haciendo que Kirk saltara de su sitio y huyera por la ventana que daba al balcón.

Ambos miraron aquella escena riendo con ganas.

-En verdad es medio "rarito" tu gato eh. Jajajaja - Dijo Mike
-Oye que el minino está sensible ya.. jajaja. Pocas veces tenemos visitas masculinas en este apartamento. Le debes parecer simplemente un invasor.
-¿Que no hacen fiestas y no invitan amigos acá?
-No. Consuelo es muy estricta con eso y respeto su espacio que también es el mio.
-¿Y ella no va a llegar aun?
-No lo se. Quedó de juntarse con Alejandro.
-Alejandro.. Buen tipo él. Ha sufrido mucho.. por amor.

Rosario no le dio importancia a lo que decía Mike y ya comenzaba a aburrirse con su visita. Lo estaba encontrando un poquito simplón y de seguro con alguna tranca amorosa y eso no le hacía la menor gracia. No quería estar ligada a un tipo que arrastrara problemas psicológicos por causa de un mal amor. ¿Por qué debía hacerlo si ella no era la culpable?

Pero luego recordó lo de la mansión y la limu y se puso en campaña de conquista nuevamente.

Mike observaba cada movimiento de Rosario. Su andar, sus caderas; el constante tomar de sus cabellos dejando al desnudo su fino y largo cuello para luego dejarlo caer nuevamente sobre sus hombros. Sin duda era muy felina en su actuar. A él no le era indiferente ella.

Desde que la vio y bailaron juntos aquella noche se sintió atraído por su simpatía y por supuesto su belleza, pero su cabeza no se atrevía a descifrar lo que su corazón le estaba gritando. Se rehusaba a volver a enamorarse.

Efectivamente lo había estado y mucho pero fue engañado por ella, lo que le provocó caer en un abismo de excesos, drogas y alcohol.

Asi fue que había conocido a Alejandro. En el mismo centro para adictos donde lo había internado su tío. Ahí se hicieron un poco amigos. Los unía la misma pena. Una pasión reprimida, un desamor. Un dolor con el que sabían vivirían por siempre y para siempre.

Pero aquella tarde Mike no podía dejar de observar a Rosario y un inmenso deseo de besarla y tenerla entre sus brazos se apoderó de su cuerpo y de sus sentidos, cuando ella, sentada junto a él con las piernas arriba del sofá apoyaba su cabeza en su mano levantado sus cabellos regalandole la más bella sonrisa que jamás había visto.

En ese instante Mike dejó escapar un pequeño suspiro y sin previo aviso ni pensándolo dos veces se lanzó sobre ella para atraparla entre sus brazos y besarla con pasión. Tomando con sus manos ese suave cuello y acariciando con los pulgares sus mejillas sonrosadas.

Ese acto de impetuoso apasionamiento le gustó mucho a Rosario. La excitó a tal punto que luego de quedar atónita por unos segundos por lo que estaba pasando se dejó llevar luego por los besos y caricias que él le estaba brindando.

Ambos decidieron continuar con el juego. Rosario no dejaría escapar esta oportunidad. Lo deseaba y sabía que estaba a punto de salirse de la reglas establecidas por Consuelo y que hasta ese momento ella había obedecido a cabalidad. Pero esta vez no sería así.

Su futuro como esposa de un millonario estaba en juego, su sueño de niña. Además le gustaba lo que su boca sentía al sentir sus labios sobre su piel, sus caricias, sus manos recorriendo su espalda y palpando sobre su ropa sus blancos y hermosos pechos.

-Espera - dijo en un momento ella - Espera un poco

Rosario recordó que en cualquier momento volvería Consuelo a casa asi que decidió llamarla.

-¿Rosario?.¿ Qué te pasa?. Está todo bien
-De maravillas querida.
-¿Y entonces?
-Es que si te puedes quedar fuera esta noche - le dijo bajito a su amiga mientras Mike no podía dejar de acariciar y besar sus caderas a la vez que iba desvistiéndola lentamente.
-Rosario. ¡Nuestras reglas!
-Amiguita, amiguita por favor, no te enojes. Vete con Alejandro ¿si?. Es solo esta noche. No me hagas esto please - Rogaba ella con voz muy suave y agitada desde el otro lado intentado resistirse a las caricias y besos que le proporcionaba Mike mientras ella hablaba.

Rosario enfurecida cortó la llamada y se puso a caminar rápidamente pero no sabía hacia donde. Sólo pensaba en que en cualquier momento aparecería Max en su portal y ella no estaría ahí para verlo ni hablarle, ni abrazarle.

-Consuelo, ¿qué te pasa? - preguntó Alejandro preocupado.

Ella sólo sentía una gran angustia en su corazón. Lo miró con los ojos húmedos y recordó lo maravilloso que había sido con ella esa tarde.

-Perdóname por favor - dijo al fin sollozando
-Perdonarte qué cosa. Dime que me tienes preocupado
-Era Rosario. Me pidió que no llegara a casa hoy. Debe estar con alguien
-¿Quieres quedarte ... en mi casa?- Preguntó Alejandro, deseando poder decir ¿"quieres quedarte conmigo esta noche"?. Pero no se atrevió
-¿Puedo? - dijo ella acongojada
-Pero por supuesto. ¿Y por eso llorabas?. Será un placer tenerte de visita, ¡venga vamos!

Alejandro no cabía en si de tanta felicidad. Abrazó tímidamente a Rosario y se fueron caminando juntos hasta su casa. En el camino pensaba en lo hermoso que era estar así con ella. Tan solo abrazados. Sentía que su corazón escaparía de su boca cuando la imaginaba a ella en su apartamento, solos.

Consuelo no quiso decirle que su angustia se debía a que temía no estar cuando Max apareciera. Sabía que eso lo entristecería y no deseaba causarle más dolor a ese hombre que parecía amarla tanto como ella creía estar segura nunca podría responderle.


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(escrito 23/09/2010)

APRENDIENDO A AMARTE Capítulo 5.


-Tía, ¿qué has sabido de Max?. ¿Sabes cuando vendrá a verme?
-Querida, creo que tu marido no tiene ninguna intención de venir a visitarte a la carcel
-Es que no me puede abandonar.
-Quien si pudo salir bajo una gran fianza fue Gustavo. ¿No se ha contactado contigo?
-Si. Vino ayer. - dijo desanimada Emma -. Hablamos un rato y se fue luego.
-¿Y te dió alguna noticia de cuando podrías salir de aquí?
-Está hablando con sus amigos abogados. Dice que tengo alguna posibilidad de salir bajo fianza como él hasta que sea el juicio.
-Que bueno hija. Ya verás que todo se solucionará pronto y verás a tu pequeño.
-Ah si. ¿Cómo está el niño? - Preguntó sin mucho interés.
-Está con tu suegra. No lo he visto últimamente. Debe estar bien supongo.
-¿Y no has ido tu a ver a Max como ye había pedido? - dijo Emma casi gritando
-Es que estuvo enfermo y luego...
-Luego qué. Habla tía Ágatha, qué sucede
-Bueno es que esto tal vez no te vaya a gustar
-Ya nada me podría sorprender a estas alturas
-Bueno. La otra tarde pasé a visitarlo y me ha dicho que comenzó los trámites para anular su matrimonio.
-¿Qué?. ¡No puede hacerme esto!
-Si puede hija. Con la tremenda acusación que recae sobre ti.. lamentablemente si puede.
-Ese hijo de perra
-Y eso no es todo.
-Qué más dime por favor
-También está tramitando para que no tengas nada que ver con Maxito. Dice que va a hacer todo lo posible por adoptarlo y quitarte a ti todos tus derechos sobre él.
-¡No!. ¡Ese maricón no!. No podrá hacerlo. Mi hijo no. Es la única oportunidad que tengo de estar cerca de la fortuna. No me lo quitará.
-También supe, pero no por él...
-Qué cosa
-Se va a Europa a buscar a su ex novia
-¿Se va?. ¿Me dices que se va? ¿Cuándo, donde ?
-No lo se, no lo se. Me enteré por casualidad.
-Mmm...- Se quedó un rato pensando Emma. De repente una sonrisa cínica se vino a instalar en su cara - Debo salir pronto de aquí. Debo solucionar todo esto. Tía dile a Gustavo que me urge verlo por favor.
-Si hija, lo llamaré de inmediato en cuanto me vaya. - ¿Te han tratado bien?
-Como quieres que me traten tía. Esto es una cárcel. Todas me odian. Debo defenderme como puedo. No sabes la rabia que tengo tía Agatha. Cuando salga de aquí me vengaré de todos. Principalmente de Max. Ese mal nacido me las pagará. No sabe con quien se ha metido.
-Hija anda con cuidado. Hay muchas pruebas contra ti. Podrías estar muchísimo tiempo aquí.
-No te preocupes por mi tía. Ya verás. Tengo un plan. Todo saldrá bien esta vez.

Emma se despidió fríamente de su tía y volvió a su húmeda y oscura celda, la que compartía con una extraña mujer de raza africana llamada Aida.

Aida había caído detenida por tráfico de drogas y, como muchas de las mujeres que ahí estaban, había sido engañada por el hombre que amaba para que sirviera de "burrera" y pudiera ingresar la droga a Chile.

Su precaria situación económica, unida a la urgente necesidad de alimentar a su pequeña hija la habían hecho dejar de lado sus principios y sus miedos para embarcarse en este ilicito acto. La impericia de sus actos la delataron a la llegada al aeropuerto.

Cuando Emma llegó a compartir celda con Aida, las mujeres no se llevaron bien desde el principio.

Emma, con sus aires de gran dama, ofuscaba a Aida y muchas veces las guardias tuvieron que frenar las peleas en las que solían enfrascarse.

Aida era una hermosa e ingenua joven de raza negra. En su nativo pueblo había logrado dejar a su pequeña hija a quien adoraba por sobre todas las cosas, encargada a sus padres para quienes la niña era muy importante en sus vidas.

Llevaba presa ya dos años y no tenía opción alguna de poder salir pronto de ahí ya que no contaba con los medios económicos para contratar un buen abogado que le ayudara a defenderse y poder decirle a los jueces que estaba muy arrepentida de lo que había hecho y que por favor la perdonaran para poder volver a ver a su amada hija.

Aquella noche Emma se reunió con otras reclusas en su celda y viendo que Aida dormía comenzó a relatarle a éstas sus maquiavélicos planes de venganza.

-Necesito de su ayuda. Les pagaré muy bien. Dijo Emma
-A ver de qué se trata. - replicó Rosa-

Rosa era la reclusa más antigua del lugar y de la que se sabía manejaba el contrabando dentro de la cárcel. Era peligrosa como ninguna, lo cual sabía muy bien Emma, pero sabía que con dinero podía tenerla de su lado.

-Necesito que tu gente "cargue" a alguien.
-A ver explícate mejor mira que no estoy entendiendo na.
-Hay mucho dinero de por medio Rosa. Una gran fortuna. Seré la heredera universal una vez que salga de aquí pero primero debo "deshacerme" de un par de personitas.
-Y como quieres que lo "carguemos". Porque seguro me hablas de tu marido ¿o no?
-Si. Efectivamente. - respondió Emma con los ojos brillantes de codicia rallando casi en la locura.

Aida despertó con el murmullo de la reunión y prestó atención a todo lo que las mujeres decían, quedando muy impresionada al confirmar que su compañera de celda era de las personas más malvadas que le había tocado conocer.

Rosa no tenía escrúpulos; por lo que si había buen dinero de por medio, le daba lo mismo quien o quienes serían afectados con sus actos.

En este caso estaba consciente que estaría involucrado un niño inocente, pero no le importó. Total no lo conocía y, ya a estas alturas de su miserable vida, nada más le importaba que hacer dinero para enviarle a sus contactos en Sudamérica y de esa manera mantener viva a su familia.

A la hora de volver a sus celdas el trato estaba cerrado y la suerte de Max y su hijo estaba echada.


En Madrid ya comenzaba a caer la tarde.

Al llegar las 6 de la tarde, Alejandro estaba ansioso esperando a la salida de la escuela donde estudiaba Consuelo.

Pasaban poco a poco los minutos y ella no aparecía por ningún lado.

Cuando ya habían transcurrido más de 30 minutos de espera comenzó a preocuparse pensando que tal vez le había pasado algo que la había retenido ahí dentro.

Al fin se dispuso a entrar por ella pero pronto vio que se acercaba hacia él corriendo con la cara desfigurada.

-¡Alejandro! por favor disculpa. Había olvidado por completo que vendrías hoy por mi.
-Ahh...- dijo él desolado.
-Rosario me llamó recién y me lo hizo recordar.. Por fa, por fa perdón

Alejandro caminaba junto a ella cabizbajo sin decir palabra ni mirarla. Pensaba en todas las expectativas que se había hecho con esta cita y ella lo había olvidado.

-Es que hoy en la madrugada recibí una llamada que me anduvo descolocando un poco y no he podido dejar de pensar en ello. - Explicó Consuelo, mientras salían juntos del lugar dirigiéndose a un bello café que había en frente.

Alejandro continuaba callado. Se acercó hacia ella para correr la silla donde se sentaría extrañada por la actitud pasiva que hasta ese momento veía en él.

-¿Un café, un helado?...¿Hace calor aun eh?- dijo Alejandro con voz melancólica.
-Ale por fa. No te enojes conmigo. - Consuelo tomó la mano de él y lo miró a los ojos. En ese instante se fijó que Alejandro andaba con sus brazos desnudos y no entendió por qué al momento de verlo y rozar su piel su cuerpo entero se sintió erizado y sintió que su corazón daba un salto en su interior.

-¿Qué te pasó?. Te quedaste inmóvil. ¿Estas bien? - preguntó Alejandro al ver la conmoción en el rostro de Consuelo.
-Ehhh. No nada. Sólo que recordé alg o- mintió ella y le sonrió.
-Logré sacarte palabra al menos eh - continuó diciendo Consuelo mientras intentaba disimular su emoción.
-Si. - le sonrió -. Nunca he podido enojarme contigo.
-Pero ¿por qué ibas a hacerlo? ¡si nunca hablamos!
-Tienes razón. Pero saberte siempre tan cerca y ni siquiera sentir de vuelta mis miradas, mis sonrisas. Las caricias que te expresaba con mis ojos y que tu ni siquiera volteabas a ver.

Consuelo quedó atónita ante tales declaraciones.

Alejandro tomó la mano de Consuelo y se quedó así por largo rato mirándola fijamente sin decir nada. Hasta que llegó el mesero con los helados.

-Mmm. ¡Que rico se ve!- dijo nerviosa ella. Intentando que él no se diera cuenta que se sentía muy conmovida y emocionada con todo lo que estaba sucediendo.

-¿Puedo saber qué hizo que olvidaras nuestra cita?- preguntó Alejandro jugando con el helado que comenzaba a derretirse.

Consuelo lo pensó dos y tres veces antes de confesarle que el hombre que siempre amó, el cual la había abandonado para estar con otra, volvía a buscarla para llevarla con él.

Antes de comenzar a hablar lo observó curiosa. Lo miraba y era como si el tiempo no hubiera pasado. Era la misma cara de niño revoltoso, listo y cariñoso del cual tenía el recuerdo de su probable primera declaración de amor infantil. De ese bueno y puro, tierno, sano y romántico.

No recordaba que tenía unos profundos ojos verdes, sus cabellos negros y ondulados, su tez blanca. Sus ojos comenzaron disimuladamente a deleitarse con lo que prometía ser un muy buen cuerpo masculino bajo aquella ropa que no le permitía ver más allá que un pecho firme, espaldas anchas y fuertes como sus brazos desnudos. Reparó en su boca. Por un instante tuvo la intención de saltar sobre la mesa e ir a perderse en aquellos ojos y dejarse atrapar por sus abrazos y esa boca que prometía darle un gran placer. Sin darse cuenta los colores se le vinieron al rostro al imaginarse todo eso y bajó la mirada avergonzada pensando que él pudiera estar metido en sus pensamientos.

-... Bueno si quieres no me cuentas. Yo entiendo.- dijo Alejandro
-No, espera. Es que hay muchas cosas que no sabes de mi
-Como tu también no sabes mas que algunas cosas acerca de mi paso por una alocada y rebelde adolescencia.
-Si. Supongo que me contarás algún día ¿cierto?. ¿Qué pasó contigo?. Recuerdo que siempre te veía y luego, casi de un día para otro, desapareciste. Cuando me vine a dar cuenta habían pasado años desde que no volví a saber nada más de ti...
-Me fui el día que tu te comprometías para casarte. -Le interrumpió Alejandro.

A Consuelo se le desfiguró la cara. ¿Cómo supo él que se había comprometido?.

-¡Si te vieras la cara Consuelo!. Jajaja. Estuve ahí, frente a tu portal, cuando celebraste tu compromiso con... ¿Max? se llama ¿cierto?- dijo seriamente él.
-¿Estabas ahí?.
-Si. ¡Te veías tan feliz y hermosa!
-Lo estaba, era muy feliz - dijo cabizbaja.
-Aquella noche, al volver a casa, había visitas y en mi locura, golpeé a todo el que se pusiera en mi camino y me encerré a llorar en mi habitación. No me lo creerás pero estaba ahí porque esa misma noche iba decidido a declararte mis sentimientos. ¡Que locura no!

Consuelo lo miraba impactada sin saber qué decirle.

-Cuando logré al fin tranquilizarme, salí de la habitación en busca de alcohol y drogas. Sólo pensaba en evadirme y no pensar en que te estaba perdiendo para siempre. Mi tío, que venía llegando desde acá, mira que curioso, me detuvo a punta de golpes y logró contenerme. A la mañana siguiente estaba embarcandome a Europa junto a él para "curarme". Dijo que lo mejor para estas penas era alejarse y dejar que el tiempo hiciera su trabajo. - Alejandro ahogó una lágrima con una cucharada de helado y continuó su relato. - Acá me internó en un centro para adictos. Lo pasé muy mal ¿sabes?. Pero nunca, nunca pude dejar de pensarte. Me traje tu carita de niña conmigo. Tus ojos risueños y esa sonrisa tuya que fue la que hizo que me volviera loco de amor y que me tengas ahora aquí... a tus pies. - Alejandro acarició el rostro de Consuelo mirándola con pasión y ternura.

Consuelo estaba muy conmovida con esta hermosa declaración de amor que estaba viviendo. Casi no podía creer que le pudiera estar pasando a ella. Nunca la había buscado, jamás se lo habría imaginado siquiera. Tenía frente a ella a un buen hombre que la amaba como siempre había soñado que lo hicieran pero en sus pensamientos y en su corazón seguía aun fresca la memoria de Max. Lo que la hizo recordar que venía en su busca.

-No me casé, como me imagino que ya debes saber - dijo al fin
-¿Tengo alguna esperanza?- preguntó Alejandro con el corazón en la mano
-El me dejó por otra. ¡Hasta tuvo un hijo!- sonrió nerviosa-. Hoy me he enterado que se separó y ...viene viajando a buscarme.

Alejandro sintió que el piso se venía abajo y que caía y caía en un profundo abismo del cual, esta vez, no podría ni querría salir.

Tratando de mantenerse aun en pie después del notición que le acababa de dar Consuelo se acomodó en su silla y volvió a tomar de su helado ya derretido por completo a esas alturas de la noche.


-Y ¿sabes cuando llegará?. ¿Debes estar muy feliz? - dijo, tratando de ahogar su angustia.
-No se nada. No sabe donde vivo. Dejé claras instrucciones antes de venir que no le dijeran a nadie donde estaba.
-Y... ¿quieres que te encuentre?

Consuelo dudó un rato antes de responder.

-No lo sé. Ahora no lo se. - Dijo, levantándose de su asiento - Gracias Alejandro, ha sido una velada maravillosa. Jamás la olvidaré... Adiós.
-¡Espera!. ¿Dónde vas?.. Te acompaño.

Alejandro saltó de la silla, pagó la cuenta y se fue caminando junto a Consuelo, llevando sus manos a los bolsillos y mirando la luna, la que a esa hora iluminaba el cielo despejado de la noche madrileña.

Todo su cuerpo quería cometer el suicidio de lanzarse al vacío y con los ojos cerrados dejarse caer sobre Consuelo. Atraparla entre sus brazos para besarla y acariciarla como siempre había soñado, como sabía perfectamente, nunca nadie lo había hecho ni lo haría jamás.

Por su parte, Consuelo, sin levantar la mirada del suelo, le observaba de reojo y en sus pensamientos más profundos deseaba que aquellos brazos calmaran al fin su ansiedad y que aquella boca la llenara de esos besos que alguna vez imaginó él podría haberle dado cuando lo veía pasar frente a su casa y sentía sobre ella la mirada de pasión que él le brindaba y que a ella tanto miedo le causaba.

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(Escrito 15/09/2010)

APRENDIENDO A AMARTE. Capítulo 4


-¿Y de qué lugar eres tu Rosario?. -Preguntó Mike acercándose a ella muy atrevido.
-Ehh.. soy de Madrid. Vivo y estudio acá. -Respondió ella un poco nerviosa por la cercanía del cuerpo del embajador.

Mike era un tipo maduro y solterón. Se sabía de él que amaba su libertad y sobretodo las mujeres, las fiestas, el rock´n roll y la buena vida en general.

Era, efectivamente, el millonario que andaba buscando Rosario y que sin querer ella aun creerlo ahí estaba el que sería su futuro marido. Porque estaba convencídisima que lo tendría para ella y se había propuesto enamorarse y enamorarlo. De esta forma su sueño comenzaría a ser una realidad.

-¿Y tú que haces por acá?... ¿Trabajo o diversión?. - Preguntó Rosario muy coqueta, tratando de verle el lado atractivo al hombre y no sólo el tamaño de su billetera o lo alto de su posición social.
-Ambas cosas.-le sonrió-. Vine por trabajo pero me ha encantado encontrar a una chica tan linda en medio de lo deprimente que pueden volverse a veces estas reuniones sociales.
-¿Y tu bailas?-pregunto Rosario
-Sólo si me obligan. Prefiero escuchar la música junto a una buena compañía.
-Mmm- murmuró Rosario, pensando en lo aburrida que se comenzaba a poner la conversación.

Pero estaba decidida y sin pensarlo dos veces lo tomó de la mano y se lo llevó a la pista de baile donde comenzó a moverse muy sensual. Levantó sus cabellos acercándose a él mientras tarareaba el tema que en ese momento sonaba fuerte y contagioso. Mike no tuvo más remedio que dejarse llevar por la sinuosidad de los movimientos de Rosario comenzando a seguir con la mirada cada paso que ella daba.

A esas alturas de la velada Rosario ya se sentía triunfadora. Mike parecía estarse divirtiendo junto a ella quien hacía uso de todos sus encantos, que no eran pocos, para hacerlo caer en sus redes.

Lo que Rosario no sabía era que Mike era un "hueso duro de roer". Muchas mujeres lo habían tratado de conquistar sin éxito. Él les hacía creer que caía seducido bajo sus encantos pero la situación era al revés. Eran ellas las seducidas y luego desechadas sin remordimiento.


Cruzando "el charco", Max lograba recobrar la conciencia pero se encontraba muy débil. Desde que su abuelo había caído gravemente enfermo había descuidado su alimentación y sus horas de descanso. Debía preocuparse tanto de su hijo como de su abuelo. Hasta que su madre Laura se percató de lo mal que estaba su hijo, por lo que tomó a su pequeño nieto y se lo llevó con ella hasta que toda esa triste situación terminara.

Emma no había puesto reparos ante tales hechos. Así podría salir de casa sin mayor preocupación que ella misma, a pesar que siempre se alejaba sin remordimientos y a Max eso ya no le importaba.

Hacía años que había dejado de importarle su esposa. Cuando se dio cuenta, tarde ya, que no era quien él pensaba. Que se había dejado llevar por la pasión que ella le provocaba con su cuerpo y la forma en que lo seducía para llevarlo a la cama y acariciarlo y besarlo.

Se dejó llevar por una pasión desconocida hasta ese instante para él pero que luego se daría cuenta que lo que Emma le daba no lo era todo. Le faltaba encanto, complicidad, cariño, ternura, calor, olor, sabor, amor...

Cuando se vino a dar cuenta que era a Consuelo a quien amaba y deseaba ya era demasiado tarde. Emma estaba embarazada y en él no cabía la irresponsabilidad de dejar un hijo sin padre.

Recordó que siempre había soñado tener hijos junto a Consuelo. Solían jugar a ponerles nombre. -Si era niña se parecería a ella, -recordó Max-, con sus ojos risueños y soñadores, con su pequeña nariz y su boca... Max despertó llorando de aquellas añoranzas que habían vuelto a viajar hasta su cabeza.

Luego de maldecir la vida, de maldecirse él mismo decidió retomar el camino perdido.

-¿Mamá?
-¡Hijo!- corrió Laura hacia donde él estaba
-Mamá ¿estás bien?. ¿Cómo está Maxito?
-Bien, bien. Todos estamos mejor ahora que todo esto terminó. Lo importante es saber cómo estás tu ahora
-Pronto estaré mejor - Le sonrió con los ojos aún vidriosos por las lágrimas recién contenidas.
-Mamá necesito que me ayudes por favor.
-Por supuesto dime que quieres. Qué necesitas.
-Me voy a buscar a Consuelo para pedirle que me perdone.
-¡Max!. Ella... tu sabes...
-Si madre, sé que se fue a Europa, por eso es que te voy a pedir que cuides de mi hijo mientras vuelvo con ella.
-¿Y tu crees que quiera volver a ti después de...?
-¡Si mamá!. ¡Lo sé!. ¡Consuelo sigue siendo mía como yo de ella!. Se que no me ha olvidado.
-Si ya lo tienes decidido hijo. Yo feliz de quedarme con Maxito. Se parece tanto a ti cuando tenías su edad
-Mi abuelo me ayudará desde donde sea que esté. El quería mucho a Consuelo y siempre nos quiso ver juntos. Se que el me acompañará en este viaje.
-Ve hijo. Ve por ella.

Max, completamente decidido, comenzó a preparar su viaje. No sabía donde buscar. Trató de hablar con la familia de Consuelo pero no le quisieron dar referencia del lugar donde estaba. Él no bajaría los brazos. La encontraría. Agradecía a cada instante a su abuelo por haberle dejado tal herencia. -Con dinero será más fácil encontrarla y reconquistarla- pensó.


En la gran mansión, reunidos en el balcón, al fin las manos de Alejandro rodearon la cintura de Consuelo pasando a rozar suavemente la desnudez de su espalda. Al instante, ella ahogó un breve suspiro a la vez que un frío inmenso recorrió todo su cuerpo haciéndola temblar dejándola casi sin respiración.

-¿Te sientes bien?-preguntó Alejandro alarmado, sosteniéndo entre sus brazos el cuerpo de ella que parecía haber caído en un abismo profundo y cálido.
-No, no es nada- dijo Consuelo, mirándolo fijamente, aun sin entender qué le había sucedido.-No sé que me pasó, disculpa por favor. Tengo hambre - sonrió nerviosa- ¿Me invitas a comer algo?.

Al volver al salón la señora de Zeballos, anfitriona de la fiesta, los observaba avanzar hacia ella.

-Alejandro, mi querido. Te he buscado toda la noche. ¿donde te habías metido?. Por favor acompáñame necesito que conozcas a alguien. Es muy importante.
-Señora Alicia, por favor, ¿me disculpa un momento? - dijo Alejandro -
-Ve por favor, no te preocupes por mi, ya estoy bien.
-¿Estás segura?. No no te dejaré sola
-Alejandro por favor esas personas son muy importantes, no las hagamos esperar - exclamó la anfitriona un tanto molesta.
-Ve, anda, que estoy bien te digo.
-No te muevas de aquí. Yo las llevo de vuelta a su casa
-Dale , ve que te esperan "personas importantes"- dijo burlona al oído de Alejandro, guiñándole un ojo.

Al quedar sola, Consuelo comenzó a buscar entre las gentes a Rosario, logrando divisarla mientras conversaba con Mike pero al acercarse también se lo estaba llevando la señora de Zeballos dejando a su amiga sola.

Cuando al fin se reunieron ambas amigas se rieron de la situación y comenzaron a buscar a Rony para que las llevara de vuelta a casa, pero Rony también andaba tras la anfitriona.

Las chicas subieron a la habitación donde habían dejado sus cosas cuando llegaron. Se cambiaron de ropa y tratando de no llamar la atención salieron del lugar.

Una vez fuera de la mansión, Consuelo llamó un móvil el que las dejaría al fin en casa, en sus camas descansando y recordando lo que había sido esta fiesta tan inusual para ellas y que estaba comenzando a cambiarlo todo.

Al terminar la reunión a la que había sido invitado Alejandro, éste comenzó a buscar desesperadamente a Consuelo sin poder hallarla. Se sintió muy triste pero de inmediato recordó a Rony y lo buscó para pedirle que le diera la dirección de donde podría encontrarla.

-A ver y ¿por qué debería yo dártela?- dijo Rony, haciéndose el interesante.
-Porque yo te lo estoy pidiendo, con eso basta ¿no crees?- Respondió furioso Alejandro tomándolo de la solapa con tono amenazador.
-Hey, hey si era broma. Es que ellas son mis mejores amigas, no quiero que venga nadie a hacerles daño.
-Ya dime
-Yo también quiero saber - Exclamó Mike acercándose a ellos - Esa Rosarito.. Tiene un no se qué amigo - terminó diciendo el embajador, golpeando la espalda de Alejandro y sonriendo cínicamente.

Alejandro no hizo caso a los comentarios de Mike. Tomó el dato de la dirección y partió de inmediato.

El chofer condujo rápidamente hasta donde le indicó Alejandro. Al llegar al portal del edificio donde vivían Consuelo y Rosario éste se bajó del coche y se dio cuenta que la luz del apartamento justo se apagaba en ese instante.

Alejandro con el corazón en la mano tocó el timbre, pero nadie contestó. Lo volvió a tocar y nuevamente nadie respondió.

Cabizbajo, Alejandro volvía al auto, pero en ese momento la voz de Consuelo lo llamó desde el balcón.

-Qué haces aquí tan tarde
-Consuelo. Al fin. Debía verte. Disculpa la hora
-No puedo dejarte pasar, perdón.
-Está bien. Comprendo  - dijo con voz temblorosa -
-Mañana si quieres nos vemos. Salgo a las 6 de la escuela.

Una sonrisa se instaló en el rostro de Alejandro y su corazón volvió a latir fuerte y lleno de emoción.

-¡Paso por ti a esa hora!
-Si. Nos vemos
-¡Espera!... Será nuestra primera cita
-Ejem.. Si, parece - dijo ella nerviosa y sonriendo - Buenas noches- Se despidió cerrando la ventana y apagando rápidamente la luz de la habitación.

Alejandro no cabía en si de tanta alegría. Al fin, después de casi toda una vida tendría su primera cita con la mujer que amaba. En el fondo de su alma sabía que la conquista no sería fácil pero daría la batalla y como otras muy duras que tuvo que lidiar, esta también la ganaría.

En su cama Consuelo no lograba quedarse dormida. Las manos de Alejandro sobre su piel, la sensación, el desconcierto que esto le ocasionó. No lograba entender qué le sucedía. Trataba de no pensar en ello.

En la mañana un llamado inesperado las despertó

-Mamá
-hija, cómo estás
-Bien mamá. ¿Qué pasa?. ¿Están todos bien?
-Si mi niña. todos estamos bien, sólo que ....
-Qué pasa mamá
-Ay mi niña que tu padre no me deja que te cuente

Consuelo escuchaba a su madre que discutía con su papá al otro lado de la línea.

-Miguel, la niña debe saber, déjame decirle por favor. No te inmiscuyas
-Mamá por favor que me asustas
-Hija, se trata de Max.
-¿Max?.. ¿que tiene?. ¿Le ha pasado algo?
-Que llamó pidiendo saber donde estabas
-Qué, qué
-Me enteré que se separó hija. Me contó que murió su abuelo
-¿Le dijiste donde estaba?
-No hija. No le dije
-Bien mamá. Estuvo bien. Gracias
-Pero hija.. Me dijo que te buscaría hasta encontrarte donde sea que estés

Consuelo quedó perpleja. No entendía nada.

-¿Max viene a buscarte? - Preguntó Rosario, que hacía un rato que ya escuchaba la conversación telefónica que sostenía Consuelo con su madre.
-No entiendo nada Rosario. Me dice mi mamá que se separó, que su abuelo murió. ¿Qué tiene que ver eso conmigo?
-Justo ahora amiga.
-Justo ahora...¿por qué?
-Porque es primera vez que te veo medio entusiasmada con un hombre.
-Cómo me dices eso
-Pero si ayer me hablaste todo el rato de Alejandro.
-Mentira. Sólo comentaba los sucesos de la velada.
-jajajaja... Si.. los sucesos..
-¿Y tu amigo Mike?. qué me dices.. Ahí tienes a tu millonario ¿viste?
-¿Es lindo cierto?
-Si tu lo dices.. jajaja.
-Oye si es muy encantador y cortes.
-¿Te llamó?. ¿Te pidió tu número de teléfono?
-No, es que no hubo tiempo
-No te ilusiones amiga. Esos tipos solo buscan divertirse.
-¿Y cómo tu?. ¿Te pidió tu número el tal Alejandro ese?
-No.... Pero igual llegó a verme anoche. jajaja
-Mmm... Yo me quedé dormida tarde esperando a ver si Mike también venía - dijo tristemente Rosario.- Nunca vino.
-Te mereces algo mejor amiga. Recuerda que el dinero no lo es todo en la vida.
-No... pero ayuda  jajaja

Ambas amigas volvieron a reir, recordando lo vivido la noche anterior pero Consuelo no podía dejar de pensar en que tal vez vuelva a ver a Max nuevamente. Ese pensamiento la perturbaba y no le dejaba recordar que tenía una cita con Alejandro esa misma tarde.

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