sábado, octubre 19, 2013

APRENDIENDO A AMARTE. Capítulo 31


Una vez que Mike y Alejandro abandonaron la mansión, el duque se dirigió hacia donde estaba Rosario absorbida por la figura de Mike. No lograba entenderlo.
                        
- ¿Por qué no podía ser más simple?  ¡Imbécil!  - Rezongó

El duque le sonrió. Tomándola por el brazo suavemente, luego la llevó a reunirse con Consuelo quien aun lloraba amargamente en la habitación

-¡Amiga! Calma, por favor. ¡Si ni siquiera respiras mujer!

Consuelo abrazó fuertemente a su amiga y continuó llorando. Cuando pudo, logró esgrimir algunas palabras.

- ¡Es un asesino Rosario! ¡Es un mafioso!… Pero lo amo… ¡No puedo dejar de amarlo!.... Es algo más poderoso que yo –

Consuelo respiraba agitada intentando expresarse. Una lágrima comenzó a rodar por la mejilla de Rosario. La entendía. Hasta aquel momento no había querido saber en qué cosas raras estaba metido su querido embajador británico de seductores ojos azules.

Ese halo de misterio y peligro era una de las cosas que más le atraían de él. Siempre se había enamorado de “casos perdidos”. De esos “canallas sexys”. Mike sin lugar a dudas era uno más, pero tenía algo diferente. Sentía que él no podría hacerle daño.

-Señoritas – interrumpió el duque – Cualquier cosa pueden ser mis niños; unos idiotas, unos canallas, unos románticos, pero delincuentes ¡nunca!

Rosario y Consuelo se lo quedaron mirando extrañadas.

Al fin Consuelo comenzaba a calmarse. Quería oír lo que aquel atractivo hombre mayor les tenía que decir.

-Pertenecemos a una ONG totalmente independiente. Colaboramos hace años con los gobiernos y la policía a nivel mundial para luchar contra el narcotráfico y su miserable mafia que ha corrompido a nuestros hijos y a nuestra frágil sociedad en general.

Consuelo y Rosario se acomodaron en la cama. Esto se estaba poniendo interesante.

-Mis niños. A ellos los conocí cuando estaban sumergidos en todo este ambiente. Eran niños sanos y buenos. Estaban metidos en toda esa mierda, como muchos, por circunstancias de la vida. Uno, especialmente era un romántico empedernido. Enamorado toda la vida de la misma mujer.

Consuelo sintió que los colores se le subían al rostro. Sabía perfectamente que se refería a Alejandro y su amor por ella.

-Si. Él mismo – la miró dulcemente Hernán – Mi Alejandro estaba totalmente destruido por un amor que creía no correspondido. Su autoestima era casi nula. Así lo encontré y decidí ayudarlo. Además…. – Hernán quiso continuar a pesar de las consecuencias que la verdad podría provocar en su entorno – Alejandro es mi hijo

Rosario y Consuelo se miraron desconcertadas.

-Es el fruto de un inmenso amor – continuó diciendo el duque – Un amor de aquellos que ya casi no existen. Pero como tantos también… un amor imposible. Se lo debía a él y a su hermosa madre. Debía protegerlo y entregarle las armas para que supiera defenderse en este mundo cruel.

En cuanto a Mike. – dijo – Pobre chico. Sus padres se separaron cuando el aun no nacía. Hijo de una familia noble y muy adinerada pero de pésima conducta social. Su madre también lo abandonaba continuamente. Era una mujer que nunca debió parir un hijo.

En su eterno abandono conoció a una chica hermosa pero que estaba tan mal emocionalmente como Mike.  El estaba loco por ella. Se fueron a vivir juntos no importándoles nada. Tenían solo 17 años.

Ella era muy inmadura y se dejó llevar por la vida fácil y las malas compañías.

Una noche, Mike la encontró en la cama con otro hombre. Cuando ella se dio cuenta de lo que había hecho estando drogada, se lanzó por la ventana de un 10º piso frente a los ojos de Mike.

El quedó destrozado y desde ese día nunca más lo volví a ver como lo acabo de hacer ahí en las escaleras, junto a ti. – Dijo el duque emocionado posando su manos sobre el hombro de una sorprendida Rosario.

- Señoritas - continuó - mis niños son buenos chicos. He hecho lo posible por educarlos correctamente y encaminarlos para que sean hombres de bien.

Ellos jamás les habrían contado lo que les he dicho yo. Es más, he sido demasiado infidente de sus vidas privadas. Pero no puedo verlos sufrir como lo están haciendo ahora. A ustedes tampoco.

-Pero señor… interrumpió Consuelo – ¡Lo vi matar a un hombre! – volvió a sollozar
-¿Y quien era ese hombre?- preguntó Hernán

Consuelo quiso responder pero en vez de hacerlo en voz alta, lo hizo para si misma

-Rony. ¡Ese maldito!. El me metió en todo este lío. ¡Intentó violarme! ¡Maldito!. Bien muerto está – se dijo, comenzando de una vez a tranquilizarse. - Alejandro solo me protegía - dijo mirando  hacia ninguna parte.

-Ahora señoritas – expresó el duque -  les debo advertir que la misión en la  que están metidos Alejandro y Mike, podría costarles la vida a ambos.

-Alejandro me dijo que si no hacía algo podrían volver a venir por mí  - se lamentó Consuelo
-He sido una egoísta – gritó luego levantándose de la cama con energía.
-Por eso él teme acercarse a mi entonces – Exclamó Rosario – ¿Teme que yo lo abandone o que lo engañe?

- Las dejo, ladies – dijo Hernán - el deber me llama. Aquí ya hice lo que mi instinto paterno me indicó. Ahora de ustedes depende ser felices y hacer feliz a mis retoños.

Consuelo inundada por una nueva energía decidió limpiar y secar sus heridas sin llorar. Ahora estaba todo mucho más claro. Alejandro no era quien ella temía. Era el hombre que siempre deseó, a quien siempre amó y ahora aguardaría por él.

-Estará bien. ¡Él es muy valiente!. Sabrá defenderse y no dejarse herir – exclamó fascinada
-Mmm. – dijo Rosario – Pero recuerda que salió de aquí en muy malas condiciones. ¿Qué le dijiste?

Consuelo sintió que el piso se abría bajo sus pies. Había sido muy cruel y él solo le estaba entregando su corazón, ¡su vida! en bandeja de plata.

-Rosario… tengo miedo. Creo que la cagué.
-Si amiga y yo… Yo no se que pensar. Cuando un hombre ha amado tanto a una mujer, ¿podría olvidarla a pesar de que esté muerta y enterrada?. Yo siempre deseé ser la primera y la única en la vida de alguien. Pero veo que siempre estará el fantasma del recuerdo de esa chica. Eso no me gusta – se quejó Rosario.

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15/11/2010

APRENDIENDO A AMARTE Capítulo 30.



-¡Estad atentos! – gritó el jefe de la policía antinarcóticos por el micrófono a los agentes que ya comenzaban a rodear la casa.

Mike y Alejandro habían comenzado a escuchar movimiento ahí dentro, poniendo en guardia a todos los que estaban apostados en ese lugar.

-A ver… ¿Tienes algo que decirnos? –Fabrizzio miró directamente a los ojos a Max para luego colocarse tras de él mientras observaba a Aida de reojo.
-Ya le dije a ella todo lo que sé – masculló Max – Ahora… ¡déjennos en paz!– exclamó, intentando mirar a la cara a aquel ser despreciable que tenía tras de él.

-¡Vamos! – ordenó Osman tomando de un brazo a Aída para llevarla hasta donde estaba el portátil.
-Déjenla. Yo les diré lo que tanto les importa saber – suplicó Max. Deseando que a Aida no le fueran a hacer daño. La miró con desesperación mientras ella hacía de todo para evitar que Osman la viera de frente… pero no lo logró.

-¡Pero que..! – exclamó Osman al mirarla a los ojos. Tragó saliva, su cuerpo comenzó a temblar y los recuerdos se abalanzaron sobre su cabeza en cuestión de segundos.

Aquella mujer lo había visto. Sabía de sus raras inclinaciones. Por eso había huido de su pueblo abandonándola a su suerte, a ella y a su pequeña hija Sara.

Aída le devolvió la mirada, fulminándolo. La última vez que se habían visto había sido para despedirse de su hija. El no podía hacer nada, a pesar de las amenazas de ella de decir todo lo que sabía. El la convenció de que si hablaba no tan solo moriría la niña sino también él. Aída se tragó su rabia y tuvo que acceder a lo de ser “burrera” y viajar hasta el otro lado del mundo cargada con aquella maldita droga que ahora la tenia en aquella situación.

Ahora si podría vengarse. Ahora era él quien estaba en sus manos.

A su memoria llegaron las imágenes donde descubrió que su marido de entonces gustaba de vestir con ropa interior de mujer y maquillarse la cara.

Una tarde, al volver de las compras, cuando suponía que no habría nadie en casa, lo encontró junto a otro hombre. Era tan alto y macizo como él. Osman se encontraba semidesnudo, vestido con la ropa de ella, la boca toda mal pintarrajeada y bailándole seductoramente a aquel desconocido.
Desde aquella tarde nunca mas había vuelto a golpearla, aunque ganas no le faltaban. Había sido descubierto en su verdadera condición y no se lo perdonaba. Pero más le temía a la mafia en la que ya estaba involucrado hasta las patas. Si ellos se llegaban a enterar de sus extrañas costumbres sin duda el jefe, Fabrizzio, lo mandaría a matar sin antes torturarlo como lo había visto hacer con otras personas antes para luego hacerlas desaparecer misteriosamente.

Osman le suplicó  con la mirada que no dijera nada. ¡Faltaba tan poco para terminar su misión y por fin alcanzar sus metas! No podía permitir que ahora todo fallara. El hombre de su vida lo estaba esperando. El mismo con el que lo encontró Aída hacia algunos años antes. Se irían a vivir lejos de todos quienes podrían conocerlos y serían felices al fin juntos.

- ¡Por favor mujer! – pensaba -  no digas nada

Aída entendió el mensaje y de inmediato pensó en sacar partido de esta posición tan ventajosa. Aunque estaba todavía Emma. La había escuchado gritar y lamentarse pero aun no la había visto.

Afuera todo estaba dispuesto. Hombres apostados sobre los tejados por el frente y por detrás de la propiedad, atentos a la orden de disparar y cubrir las espaldas de los que allanarían la morada en cualquier momento.

Los humildes pobladores sabían desde siempre quienes habitaban aquella casa pero les temían. Un anciano del lugar les hizo la guerra cuando recién habían llegado pero lamentablemente lo habían asesinado una noche en su casa y frente a su familia.

Con acciones de ese tipo lograron atemorizarlos y nunca más alguno de ellos quiso alzar la voz para expulsarlos del barrio.

Ahora estaban calladitos, escondidos en sus casas. Rogando que todo terminara luego y poder volver a vivir tranquilos y en paz para volver a caminar sin temor por aquellas calles y parques que los había visto crecer.

Max no dejaba de pensar en como proteger a Aída. Intentaba adelantarse mientras los llevaban hacia el comedor para darles alcance rápidamente y así evitar cualquier intento de que la dañaran.

- Dale las claves  - ordenó Fabrizzio a Max
- 5…5… - Max intentaba ganar tiempo tomándose unos segundos antes de continuar con los siguientes números.

Emma, tirada en el suelo, pudo ver pasar a Max y a Aída. La reconoció de inmediato. Quiso gritar y desenmascararla pero los golpes recibidos la dejaron sin fuerza y casi sin aliento. Se comenzó a arrastrar como pudo hasta donde todos estaban reunidos. Iba lentamente acercándose cuando escuchó:

-Quiero que me asegure que una vez que le de las claves dejarán en paz a Consuelo y a mi hijo – dijo Max repentinamente. Aída se lo quedó mirando atónita.

Alejandro, desde afuera, solo atinó a cerrar sus puños con fuerza y apretar los dientes. La rabia que sintió, los celos que le provocaba saber que aquel hombre podría arrebatarle el amor de Consuelo le hicieron perder un poco de razón y decidió salir a enfrentarse cuerpo a cuerpo con los maleantes.

-¡Alejandro No! – le gritó Mike. Pero ya era tarde. Alejandro se había puesto el chaleco antibalas y se aproximaba sigilosamente al campo de acción.

-Si ella lo ama a él... pues bien – se dijo – Su felicidad será la mía.

Alejandro ahogó la pena que sus propias palabras le habían provocado y se parapetó tras el auto mas próximo a la casa donde estaban los delincuentes.

Mike, al verlo tan decidido, recordó que de niños, cuando se conocieron en aquella clínica de rehabilitación, se habían hecho la promesa de cuidarse y protegerse como hermanos. No podía dejarlo solo en aquellos momentos. Decidió que él también sería parte de los que entrarían a capturar a los mafiosos, y así lo hizo.

-¿Que creías?. ¿Que te dejaría solo en estos momentos para llevarte todo el crédito tu solito?  Jajajaja – Mike intentaba distender aquella situación extrema en la que el destino los había colocado. El también pensaba en Rosario en aquellos momentos y en que él solo le hacía daño a quien amaba y siempre terminaban por abandonarlo. No quería que esto le volviera a suceder y menos con ella.

Emma escuchó que Consuelo continuaba viva y eso la descolocó. ¡Cuánto la odiaba!

Con seguridad las cosas que le habían pasado a ella a Consuelo jamás le habrían sucedido. La odiaba, la odiaba tanto que deseó verla muerta en ese mismo instante por sus propias manos.
-Ella no saldría bien de todo esto. No será feliz – susurraba desde el suelo – Ella nunca será feliz mientras yo viva – se dijo.
No alertó a los hombres de que Aida era su compañera de celda en la prisión y que podría estar trabajando para la policía.

-De todas formas me matarán – pensó – Prefiero que muera ella. La negra me da igual y su puta mafia ¡se pueden ir a la mierda! – gruñía Emma, mientras se movía sigilosamente hasta lograr volver a la habitación donde Fabrizzio la había torturado, logrando encontrar lo que buscaba.


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10/11/2010

APRENDIENDO A AMARTE Capítulo 29.



Mike y Alejandro se sintieron como unos niños cuando corrían subiendo aquellas interminables escaleras que los llevaría, pensaban, hasta los brazos de sus amadas.

Al entrar en la habitación, Consuelo aun sollozaba tirada en la cama mientras, Rosario intentaba calmar sus heridas del cuerpo ya que las del alma, esas que nos parten en dos, al parecer necesitarían mucho más tiempo para sanar.

Alejandro creyó que moriría si aquella hermosa mujer que tenía frente a sus ojos no lo volvía a mirar nuevamente como hacía pocos días antes lo había hecho.

Ella dijo que lo amaba y aquel sentimiento no podría acabar de la noche a la mañana.

- Han sido tantos años pensando en que jamás me podría mirar como lo hizo – Pensaba Alejandro al acercarse tímidamente hasta donde ella yacía con la mirada triste, perdida y muy confundida –

-¡Fueron tantos años deseando oír de sus labios un “te amo”!. ¡Cuántas noches desee tener entre mis brazos su cuerpo, besar esa boca, acariciar sus cabellos… Hacerla mía del todo. Completamente!.

Ahora no podía desistir. Alejandro sentía que estaba a punto de lograr la tan ansiada felicidad junto a la mujer que siempre amó. No estaba dispuesto a perderla nuevamente ya que esta vez podría ser para siempre.

Rosario, al ver entrar a Mike, recordó aquel beso de despedida que le había dado hacia unas pocas horas antes. Ese beso que la hizo estremecer pero que a la vez no supo interpretar. El siempre se había mantenido tan distante de ella. Como si le temiera.

Rosario sentía que podría llegar a amarlo aunque no fuera el hombre poderoso con el que siempre soñó. Aunque no le diera una gran mansión donde vivir, ni una elegante limusina con chofer a su disposición. Mike le podría dar mucho más que eso. Tan solo con saberlo cerca, ella se sentía protegida, mimada, consentida, tal vez incluso… amada.

Pero él la desconcertaba. Un día le hace el amor con una pasión desconocida para ella hasta ese momento y al otro la deja sola, abandonada. Luego la levanta por los aires con un beso mágico para nuevamente desaparecer de su mirada.

Ahora, ahí estaba nuevamente. Frente a ella mirándola con esos ojos azules que tanto le gustaban. Entendió que no debía interrumpir la conversación que mantendrían su amiga y Alejandro y prefirió salir del lugar.

-Con permiso – dijo Rosario bajando la mirada al pasar por el lado de Mike
-¿Donde vas? – le alcanzó a gritar él antes que saliera de la habitación y decidió seguirla cuando no recibió respuesta a su pregunta
-¡Amigo! Nos vamos en 5 minutos eh – le dijo a Alejandro antes de cerrar la puerta tras de si e ir a alcanzar a Rosario que ya se perdía por las escaleras bajando hacia el salón.

Alejandro, silenciosa y lentamente se sentó en un costado de la cama en la que Consuelo yacía con los ojos aun llorosos.

Estaba algo pálida, sus labios estaban rojos de tanto que se los iba mordiendo mientras volaba desde el escondite de los mafiosos hasta la mansión del duque.

Alejandro percibió una leve mancha se sangre en la comisura de sus labios y decidió quitársela con una caricia de su mano. Ella lo esquivó con rabia, sin mirarlo. Sabía que si lo hacía volvería a caer en sus brazos y esta vez estaría perdida; por que no soportaría saber que es un asesino. Lo había visto matar a un ser humano, estába metido con la mafia y con las drogas y quien sabe que otras tantas cosas turbias le estaba ocultando.

Ya no quería volver a sufrir por un hombre. Max la había traicionado de la peor manera. El hombre en quien confiaba más que en nadie en el mundo. A quien estaba dispuesta a perdonar y volver a su regazo, a la sensación de protección que él le daba. Aquel hombre ya ni siquiera lo era ante sus ojos. La había herido tanto en su amor propio que ya no daba más y solo quería despertar de aquella pesadilla horrorosa en la que se había metido desde aquella noche en que volvió a ver al hombre que siempre le quitó el sueño. Al que nunca pudo olvidar del todo. Ese pequeño niño que una vez la hechizó con su mirada tierna y juguetona pero que ahora era todo un desconocido.

Consuelo ya no daba más con su alma.

Alejandro alejó su mano de su pequeña boca con el corazón hecho polvo. No podía soportar su rechazo
-Nada es lo que parece pequeña – dijo con voz profunda y temblorosa
-Si estoy aquí es por ti, porque te amo más que a nadie en el mundo y deseo verte feliz. Si hice lo que viste fue por ti. Me volví loco al pensar que ese tal Rony te podría haber hecho daño – Alejandro apretó con fuerza sus puños al recordar aquella escena.
-Si me amas, como dijiste hace un rato atrás, debes creerme y confiar en mí.

Alejandro esperó alguna respuesta de parte de ella. Una mirada, una sonrisa, pero nada. Consuelo no salía de su ensimismamiento. Estaba quieta y callada mirando hacia ninguna parte.

-Debo irme – dijo al fin – Es necesario atrapar a los que te metieron en todo este lio. De no ser así, esta historia nunca terminará y siempre estarás en peligro.

Alejandro adelantó su mano hasta la de ella para acariciarla pero se contuvo. No soportaría otra indiferencia de su parte.

-Adíos – dijo, levantándose de la cama - Nunca olvides que te amo y te amaré siempre 
Luego salió de la habitación sin mirar atras para no enterarse de que tal vez ella no lo miraba y  tampoco lo  escuchaba. Pero Consuelo si lo miró cuando el salía del lugar.

Su corazón palpitaba a mil por hora y su respiración era cada vez más agitada. Quería creerle, necesitaba creerle.

Rosario en tanto no alcanzó a llegar hasta el salón cuando Mike la tomó de un brazo fuertemente para detenerla. Ella se asustó por la brusquedad de la acción, pero luego, cuando el la acercó a su cuerpo para olerla, para abrazarla, para sentirla cerca y despedirse, todos sus temores se esfumaron.

-My sweet baby… Ohhh, my sweet baby. How I can forget you? – le decía, al tiempo que la abrazaba acariciando su rostro y sus labios.
Rosario no entendía mucho inglés por lo que decidió que era mejor quedarse callada.

-Quiero que sepas que pase lo que pase siempre te llevaré en mi corazón. No se por qué, pero te convertiste en aquella mujer que siempre quise y que nunca busqué. Mi vida esta llena de penas y dolores. No soportaría tener uno más. ¡No te metas más en mi vida por favor!. No podría soportar que me….

En ese momento Alejandro pasó corriendo por el lado de ellos. A Rosario le pareció que iba llorando porque se llevó una mano a la cara como para secarse las lágrimas.

-¡Adios! – se despidió Mike con un leve beso en la mejilla, aunque todo su cuerpo luchaba por lanzarse sobre aquella boca que tanto deseaba volver a besar.

El duque observaba la escena desde su despacho y decidió intervenir.


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10/11/2010

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