martes, agosto 26, 2014

TACONES DE OTOÑO / CAPÍTULO 15


- ¡Pero qué..! 

Eso no era lo que le habían dicho. ¿Dónde estaba?, ¿entre que gentes? Todo era oscuridad y abismo.
¿Dónde estaban sus padres? Le habían mentido y ahora... todo estaba perdido.

Su alma permanecía quieta, abandonada. Él mismo ya no quería seguir luchando. Lo había entregado todo, todo por liberarse de aquella condena que le perseguía desde su nacimiento. Ni siquiera aquella dulce voz que creía oír a lo lejos lo podría ahora levantar de aquel sopor. 

Su cuerpo estaba casi totalmente despoblado de carne pero no dolía, lo que ardía y lo mantenía casi sin poder controlar las lágrimas azules brotando desde sus trémulas mejillas, era la insoportable necesidad de creer que aquella voz que continuaba oyendo ya no volvería a estremecer todos sus sentidos nunca más. Jamás oyó decir su nombre salir de aquella boca. No volvería a tocarla ni a sentirla tan cerca de su cuerpo como hacía solo unos momentos atrás, cuando supo que había llegado su fin.

- ¡Max! ¡no vayas, no me dejes! ¡Vuelve por favor! ¡Te necesito!

Cada grito era una súplica que salía desde lo más profundo de su alma. Cecilia lloraba sin poder contenerse mientras Tomas la cubría con su cuerpo y con sus alas para que los demonios no la alcanzaran.

Gualberto no se pudo contener. Ni los gritos de Fabiana lograron dejarlo quieto. Él debía correr a salvar a su pequeña de esas horrorosas sombras que amenazaban con destruirla y que pululaban sobre su pequeño cuerpo sin piedad.

Las violentas ráfagas de viento no le permitían acercarse hasta ellos tan rápido como hubiera querido. A lo lejos escuchaba los gritos de Fabiana pero él sólo pensaba en que debía tenerlos a todos a salvo, no podía dejar que su hija ahora corriera los mismo peligros que su madre. 

De pronto se detuvo y miró hacia atrás. ¿Y si volvían por ella, por su esposa, aprovechando que él ya no estaba a su lado para detenerlos?

Su corazón no tenía respuestas. Miraba hacia ambos lados hasta que de pronto Cecilia ya no estuvo a su alcance. Había desaparecido junto con el extraño hombre que los había detenido.

El abismo se había transformado en un océano de aguas cálidas cuando la voz de ella volvía a desconcertarlo.

- ¿Será que.... podría ser....?
- ¡Max ayúdame por favor!
- ¿Cecilia?
- Hijo. Levántate. Ven por ella. Yo ya no puedo más

Era la voz de Tomás transformada en un susurro

Max, tragó saliba. ¿Sería que aún podría lograrlo? Ella lo necesitaba, su tío también. 

Tal vez si daba una brazada sobre esas aguas.... y luego otra. Ahora sólo debía probar a respirar por sus propios medios... abrir los ojos, abrir su mente... volver.

Sacó la cabeza del agua y ahí estaban ellos, sus padres. Una tenue luz los iluminaba mientras en su cabeza oía sus voces lejanas que le decían que volviera.

- Mamá 

Se detuvo y respiró profundo pero atragantado. Ella lo miraba con dulzura

- Escoge hijo. Nada está perdido aún.

Su padre le sonreía 

- Te amamos... Ve

Max giró su cuerpo y comenzó a nadar desesperado mientras sentía que tras de él una ola gigante lo atraparía en cualquier momento. Sombras espectrales acompañaban su huida; ni aun así se detuvo, la voz, su voz lo guiaba.

Tomas enfrentaba a los que lo habían arrojado hasta aquel infierno. Él los esperaba tranquilo. Sabía que le pisaban los talones desde que salió de su hogar.

Cecilia permanecía aferrada al cuerpo de aquel hombre confiando en que pronto llegarían a sacarla de esa horrible pesadilla.

Max logró llegar a la orilla desde donde podía divisar a su tío pero no veía a Cecilia por ningún lado. Corrió desesperado pero sintiendo una nueva fuerza dentro de él. Los demonios que lo perseguían habían quedado hacía rato muy atras aunque sabía que no dejarían que huyera.

- ¡Tío!
- ¡Max... al fin!

Mientras se iba acercando hasta ellos ambos luchaban contra las sombras que los atacaban sin cesar, desesperados, queriendo llegar hasta el cuerpo de Cecilia, quien estaba sentada sobre sus rodillas con la cabeza escondida entre sus brazos.

Pronto los alcanzaron quienes venían desde el averno del que había logrado escapar Max y la batalla se hacía muy difícil de continuar sin que perdieran definitivamente algo más que su alma.

De pronto, otro cuerpo se hizo visible el que los hizo distraerse por unos momentos.

- ¡NO! - gritó Tomás - ¡Emilia, NO!

Gritaba Tomás mientras corría tras ella al verla acercarse peligrosamente hacia la cueva donde estaban todas las almas perdidas.

Max se elevó muy alto y al bajar a una velocidad impresionante tomó el cuerpo hecho un ovillo de Cecilia y la llevó muy lejos de toda esa terrible pesadilla.

Mientras buscaba el portal por donde podría volver al mundo de los vivos, escuchaba los gritos de sus tíos. Los que toda su vida lo habían cobijado y le dieron tanto amor y cariño. No pudo evitar derramar más de sus mágicas lágrimas azules las que cayeron en forma de ceniza sobre la cabeza de Cecilia.

Ella, finalmente, se atrevió a alzar la mirada y lo vio. Su piel destrozada, sus bellos ojos colmados de un líquido ¿azul? y ella protegida entre sus fuertes brazos. Se aferró a su cuello y con el corazón desbocado,  deseó nunca volver a salir de ahí.

A pesar de haber salvado con vida de todo aquello, Max sabía que algo muy dentro de él había muerto junto a ellos.

Ya nada sería lo mismo a partir de ahora.


FIN PRIMERA PARTE....


© Sam Mezylv (26082014)

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